No obstante, la desigualdad resultaba patente, o por lo menos eso les parecía a los estadistas. Antes de
Después del conflicto, la diferencia numérica no era tan abrumadora, pero aún resultaba ostentosa. Sin embargo, su flota no podía competir en condiciones de igualdad con la de Estados Unidos. Tras la Batalla de Midway quedó demostrada la importancia del avión naval de ataque y el portaaviones en los conflictos marítimos.
La armada soviética disponía de muchos menos barcos de este tipo que la estadounidense, y además, sus naves eran de menor tamaño, y no disponían de cubierta corrida para operar dos aeronaves simultáneamente, por lo que su inferioridad resultaba manifiesta.[67]
Para
En la aviación convencional, tanto en número como en calidad, los nuevos cazas y bombarderos soviéticos, no solo estaban a la altura, sino por encima de los occidentales, los aviones bombarderos Tu-4 lanzaron la primera Bomba Atómica Soviética. Pese a que el Pentágono siempre afirmaba poseer aparatos superiores a los de cualquier otro país, los enfrentamientos vividos durante la Guerra de Corea, Guerra de Vietnam y posteriormente, en la Guerra de la Frontera demostraron la igualdad, cuando no la superioridad, de los aviones soviéticos.
En un principio, Estados Unidos centró sus investigaciones en perfeccionar el vector que transportara las bombas (misil o bombardero estratégico); pero fue cuando se supo que Moscú había detonado su primera bomba nuclear de fisión, cuando se dió luz verde al proyecto para fabricar la bomba de hidrógeno, arma que no tiene límite de potencia conocido.
Esto se logró en 1952, y
Esta carrera armamentística fue promovida por el llamado Equilibro de Terror, según el cual, la potencia que se colocase al frente en la producción de armas, provocaría un desequilibrio en el escenario internacional: si una de ellas tuviera mayor número de armas, sería capaz de destruir a la otra. No obstante, ya en el siglo XXI fuentes como The Times consideran que el esfuerzo soviético no se encaminó a superar al otro adversario, sino a alcanzarlo para, seguidamente, obligarlo a poner en práctica una estrategia defensiva no ofensiva (arrebatarle cuantos aliados pudiese conseguir).
De esta misma opinión es Sergéi Jrushchov, quien afirma que la carrera estaba sólo en la mente de los occidentales, porque para los soviéticos se trataba de ir incrementando su arsenal y perfeccionando sus vectores (misiles, bombarderos y submarinos) según sus posibilidades, porque no podía igualar o superar a occidente.[69] Esta desproporción parecen confirmarla hechos como que los misiles intercontinentales (ICBM) sólo comenzaron a estar a la altura de los estadounidenses, en lo que a operatividad y fiabilidad se refiere, hacia finales de los setenta. Tampoco los submarinos nucleares parecían poder medirse con los occidentales, como prueba la gran cantidad de accidentes que padecieron[70]
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